ARTE, TECNOLOGÍA Y RESILIENCIA
Por Rodrigo Alonso
Desde sus primeros trabajos, Patricia Hakim desarrolla una perspectiva singular en relación con la práctica artística, que la lleva a cuestionar – o, quizás, a repensar – el fenómeno de la creación y la naturaleza de los objetos que surgen de ella. Adoptando un posicionamiento de rechazo de la fetichización de la obra de arte y una comprensión del proceso creativo en términos de producción, la artista emprende una pesquisa que la lleva a desplazarse entre diferentes sistemas de realización técnica y material, con el objetivo de ponderar tres instancias productivas de muy distinta estimación social: lo artesanal, lo artístico y lo industrial.
Sin rechazar definitivamente la confección de piezas que pudieran apreciarse como arte, la labor de Hakim se orienta cada vez más a la consideración de éste como un medio o herramienta para la reflexión y no como un fin en sí mismo. Así, sus esculturas primigenias van dando paso a la aparición de objetos de carácter conceptual, a través de los cuales se erige un análisis y una deliberación crítica sobre el propio sistema artístico. La producción industrial, los múltiples, la borradura de las marcas autorales, las referencias banales, entre otros tópicos, contribuyen a la desacralización de ese sistema, al tiempo que postulan preguntas sobre el estatuto de lo estético en una sociedad crecientemente tecnologizada.
En efecto, los últimos años del siglo veinte y los primeros del siguiente evidencian una revolución en las tecnologías – principalmente, las electrónicas y digitales – y una reconfiguración de las relaciones sociales, políticas, económicas y culturales. Pero este proceso no se produce de manera homogénea. Por el contrario, uno de sus resultados más notorios es la dislocación de temporalidades, escenas y vínculos comunitarios, que exigen repensar el entramado social desde perspectivas específicas y situadas.
En estos años, Patricia Hakim se vuelca a la gestión y los procesos pedagógicos, con un énfasis en las acciones de carácter local, regional, territorial y periféricas. Desarrolla programas de fortalecimiento de prácticas artísticas, intercambios de conocimientos horizontales, encuentros de reflexión, exposiciones, publicaciones. En la realización de estos proyectos, trabaja con artistas, críticos, curadores, académicos, gestores, instituciones y agentes políticos de las más variadas extracciones, erigiendo relaciones momentáneas y duraderas. El arte se convierte aquí en un instrumento de diálogo, cohesión y confrontación, generador de interacciones comunitarias, lazos, solidaridades y afectos.
Poco antes de la irrupción de la pandemia de Covid-19 se despliega un nuevo escenario para la artista, en el cual el enfoque social y territorial, el retorno a la producción artística, la generalización de las comunicaciones tecnológicas y un interés cada vez mayor en las artesanías reforman su labor. Sus proyectos recientes plantean una meditación sobre el mundo contemporáneo que insiste en las singularidades resistentes/resilientes a las fuerzas homogeneizadoras de la tecnología y el capital.

Arte, industria, feminidad
Tras un período dedicado a la realización de esculturas en madera modeladas con una motosierra, Hakim se siente atraída por los plásticos industriales que comienzan a poblar el entorno cotidiano. Son los tiempos del menemismo, inundados de mercancías importadas, y el momento en el cual las empresas encuentran en el termosellado una solución simple y económica al packaging de ciertos productos de consumo masivo. La aproximación de la artista a este nuevo paisaje material es a la vez estética y filosófica, escultórica y conceptual. Blísters y recipientes configuran volúmenes transparentes de innegable incidencia sensible sobre la realidad, al tiempo que representan ideas y valores de connotaciones sociales y políticas precisas.
En 1997, Patricia Hakim inaugura una exposición individual en el Centro Cultural Borges. Allí presenta conjuntos de envases con la forma de una venus paleolítica, ubicados en paredes y góndolas de supermercado, que remiten tanto al cuerpo de la mujer como a la historia de las artes. La serialidad recuerda la repetición modular minimalista, pero más bien desde los puntos de vista críticos de autores como Jeff Koons o Haim Steinbach y su énfasis en la estandarización consumista. De todos modos, la artista argentina aporta una perspectiva propia: por un lado, apunta a la producción industrial en momentos en los cuales se lleva adelante un intenso proceso de desindustrialización en su país; por otro, aborda el consumo desde un posicionamiento feminista poco común en la escena artística local.


Los próximos trabajos toman como eje al cuerpo. Para su realización, Hakim copia partes corporales propias y de amigas en látex, y luego elabora objetos en yeso que son la base de las matrices de aluminio que le permitirán trasladar las formas humanas a planchas de PVC. El proceso es lento y sigue los procedimientos habituales de la producción escultórica; sin embargo, el resultado llama menos la atención por sus volúmenes modelados que por lo que esos fragmentos femeninos termoformados significan. Así lo explica la artista:
Planteé un juego alegórico entre arte, cuerpo, consumo, estereotipo, (in)satisfacción y anhelo. Presenté el cuerpo femenino como un envase, aunque vaciado de contenido, ofrecido críticamente al deseo de posesión, consumo y transformación. La cultura dominante inculcaba su canon, sus estándares. Muchas mujeres fueron y son sus rehenes.
En su presentación expositiva, los fragmentos descontextualizados adquieren un carácter extrañado, algo siniestro. La repetición secuencial – como en la Serie de los retratos (1999) – añade un acento fantasmático, aunque permitirá también, poco después, la construcción de volúmenes sensuales y lúdicos, como sucede en Sin título [blíster de mama] (1999) o Ingrid, Inés, Alicia (2000). La falta de cuerpo real dirige la atención a los tópicos del vacío y la ausencia; tópicos que serán protagonistas de las siguientes series de trabajos.


P.V.C termoformado y troquelado. Hierro (base) 55 x 67 x 53 cm

Plástico y bronce sincado 115 x 90 cm
En una muestra individual realizada en el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI, 2001) aparece el tema del hogar y la fragilidad de sus interiores. Utilizando el sistema de composición por repetición de planchas de PVC, Hakim erige estructuras mobiliarias débiles que ofrecen una visión inestable de los ambientes domésticos. Elementos de uso diario – como mesas, sillas, escaleras, anaqueles – sucumben ante la inconsistencia de los materiales transmitiendo su labilidad a la vida cotidiana, y por extensión, a los existentes que la habitan.


En estos años, la artista suma la computadora y los programas de diseño digital a su batería de recursos artísticos. Estas herramientas introducen una forma diferente de trabajo proyectual, en el cual los renders ayudan a previsualizar futuras realizaciones físicas. Documentos de la época nos permiten comparar maquetas digitales de esculturas con su resolución final, pero también, atesoran proyectos nunca realizados que, no obstante, completan los intereses que animan la producción de Hakim en esta época. En particular, una propuesta de armario con caja fuerte llaman la atención sobre el tema de la transparencia, y más específicamente, sobre la dialéctica entre el ocultamiento y la visibilización de los objetos contenidos en esos espacios de guarda. Estas piezas adicionan otras cualidades ligadas con el significante-hogar: la protección y la intimidad. En ellas, aquello que debería estar clausurado queda a la vista del espectador, colocándolo en el lugar del voyeur y generando la incomodidad que produce el estar mirando lo que no se debería ver.

Finalmente, la exposición El día multiplicado (Centro Cultural Recoleta, 2003) enriquece la investigación de los termoformados con la incorporación del factor tiempo.
Aquí, la artista construye un paisaje hogareño conformado por elementos domésticos congelados en placas de PVC, vinculados a diferentes momentos del día. Objetos banales correspondientes a actividades de la mañana, la tarde y la noche, configuran un display empobrecido y repetitivo, que pone de manifiesto hasta qué punto las mercancías diluyen la identidad de los hábitats caseros. Ubicadas en sucesión, las placas plásticas son como lápidas que conmemoran el deceso de la singularidad en manos de la insaciable maquinaria estandarizada del capitalismo.

Pedagogía y comunidad
Tras la crisis económica y financiera de diciembre de 2001, la situación social de la Argentina sufre una transformación radical, y el circuito del arte no es ajeno a ella. Si los noventa pueden ser caracterizados como el momento de ingreso y consolidación de un capitalismo de corte neoliberal sobre toda la geografía del país, la década siguiente será testigo de su fracaso y consciente de la necesidad de recomponer el tejido social, cultural y comunitario. Surgen en este contexto numerosos colectivos de artistas, proyectos de autogestión, programas de intercambios grupales, redes de diálogo y reciprocidad, que incluso ponen en contacto a los artistas con el resto de la sociedad civil. Más allá del dolor y el sufrimiento se abren nuevos caminos, al tiempo que se hace evidente que el ecosistema del arte debe repensarse una vez más.
En este contexto particular, Patricia Hakim emprende una serie de actividades formativas y de gestión impulsadas por la convicción y la necesidad de reforzar los intercambios interpersonales a diferentes escalas. Durante una década, y desde variados marcos institucionales, asume la tarea de conectar a artistas, teóricos, gestores y académicos, con el fin de potenciar discusiones y prácticas artísticas y estéticas, individuales, grupales y regionales.
El primero de estos proyectos nace en la Fundación Telefónica de Buenos Aires con el nombre de Intercampos (2005-2007). En sus tres ediciones, los artistas participantes discuten sus trabajos en común, al tiempo que interactúan con tutores e invitados especiales, con el fin de reflexionar sobre su propia práctica y confrontarla con la mirada de diferentes agentes del arte local e internacional. Se trata de un programa de afianzamiento y refuerzo de la labor de artistas de mediana generación, muchos de los cuales ya poseen un recorrido apreciado en el ámbito nacional.
Con el proyecto Entrecampos regional (2008-2012) se produce un descentramiento que pone el énfasis en rincones menos explorados de la geografía argentina, con eje en tres áreas definidas: Noroeste (NOA), Noreste (NEA) y Patagonia. Tras la ebullición y sobreexposición de la escena artística de Buenos Aires durante los noventa, se torna necesaria la reconstrucción del entramado federal del país y la recuperación de las voces y las imágenes desestimadas por el arte contemporáneo metropolitano. En sus cinco ediciones, Entrecampos regional viene a llevar adelante esa tarea, sin dejar de establecer lazos entre las escenas regionales, nacionales e internacionales. Para esto, Hakim organiza una compleja red de visitas y traslados que conecta a artistas, teóricos y gestores de las más variadas experiencias, fomentando no sólo los diálogos y las confrontaciones de ideas sino, además, los encuentros interpersonales y las relaciones afectivas. El proyecto cuenta con el aval de la Embajada de España en la Argentina y la colaboración de numerosos museos, centros culturales, universidades y espacios de formación de todo el país.
De manera paralela, nace otro proyecto en un área afín a la desarrollada por Patricia Hakim en su obra: la tecnología. Con el fin de relativizar la fascinación por la técnica y plantear la relación entre ella y las artes visuales desde una perspectiva crítica, el programa TEC-EN-ARTE (2008-2011) reúne a creadores interesados en explorar los recursos tecnológicos y les ofrece herramientas analíticas para reflexionar sobre sus aportes estéticos y sus efectos culturales y sociales.
Este mismo posicionamiento crítico es el núcleo de un conjunto de proyectos expositivos destinados a intervenir en escenas locales específicas. El primero de ellos es La obsolescencia del monumento (2009-10), una exhibición pensada para el Museo de Bellas Artes René Bruseau de Resistencia, “la ciudad de las esculturas” – sede de la importante Bienal Internacional de Escultura del Chaco, cuyos antecedentes se extienden hasta 1988. La muestra tiene por objetivos cuestionar la funcionalidad de las piezas conmemorativas, sus relaciones con la memoria colectiva y la historia, y su capacidad para interpelar al habitante urbano de hoy.
En 2011, y estableciendo su base nuevamente en la provincia del Chaco, Hakim lanza otro proyecto expositivo-crítico con el nombre de Simultaneidades y Otras Yerbas (SOY), que contará con tres ediciones. La primera reúne a artistas de Chaco, Formosa, Corrientes, Misiones y Paraguay, recuperando una zona con un pasado cultural común – que se remonta a los pueblos originarios de la región – al tiempo que erige una escena transfronteriza e independiente de los influjos centralistas de la ciudad de Buenos Aires. La segunda edición, SOY guarango sin glamour (2012), congrega a autores de la Argentina, Paraguay y Bolivia, a partir de una frase irónica que pone de manifiesto las tensiones entre la supuesta rusticidad de las periferias y la reclamada sofisticación de las metrópolis. Finalmente, SOY chaqueño y contemporáneo (2013) recurre otra vez a la ironía para volver sobre el centralismo de las prácticas artísticas contemporáneas, postulando la posibilidad – y el deseo – de unas producciones que, desde localidades desplazadas de las capitales globales, formen parte de una cultura planetaria más horizontal.
Tecnologías y artesanías
Tras una década de intensas labores de gestión, interconexión de individuos y configuración de escenarios creativos, Patricia Hakim retoma la práctica artística con un cúmulo de ideas, saberes y experiencias renovadas. El trabajo permanente con equipos de producción la lleva a meditar sobre el lugar el autor y la importancia de las energías colectivas. La frecuentación de lugares y circuitos que cobijan prácticas estéticas ancestrales desconocidas por los agentes de legitimación global, la invitan a considerar y a convencerse de que el arte no es sólo aquello que se gesta en los centros metropolitanos a partir de un limitado vocabulario de recursos plásticos.
Así, en 2016 da inicio al proyecto Cruce de tiempos, integrado – hasta hoy – por los subproyectos QR: entre lo ancestral y el futuro (2016-19) y QR+COVID (2020-23).
Como su nombre lo indica, el eje de estos trabajos es poner de manifiesto las diferentes temporalidades estéticas que componen aquello que solemos llamar la contemporaneidad. Para esto, la artista trabaja con un conjunto de artesanos y realizadores tecnológicos, cruzando los haceres consuetudinarios de tejedoras, ceramistas o talabarteros con las tecnologías recientes de los códigos QR y las impresiones 3D. De la interacción de estas técnicas y conocimientos surgen piezas que presentan al mundo actual como un ámbito de dislocaciones temporales, espaciales, sensibles, artísticas e idiosincráticas. En palabras de la artista,
En este preciso juego de aparentes contradicciones tempo-culturales, de tradiciones e innovaciones, de aislamiento e interconexiones, de simplezas y complejidades, de pasado y futuro, es donde se centra el objetivo del proyecto: se trata de unir mundos […] Se propone al arte como una práctica colectiva, experimental y multidisciplinar destinada a accionar, expandir y darle otros sentidos a su propio campo.
Para la realización de la obra, Hakim pidió a diferentes artesanos que elaboraran una pieza en los materiales con los cuales trabajan habitualmente, con el diseño de un código QR. Al ser escaneado, éste dirige a un video que muestra el proceso de factura de la propia pieza y el entorno laboral, con palabras del productor que narran el pasado y el presente de su hacer.
Aunque pueda sonar sencillo, el proyecto está plagado de dificultades. Para que los códigos QR puedan leerse adecuadamente, es necesario que las piezas artesanales posean precisión gráfica, lo cual es difícil de conseguir – sobre todo en materiales que se deforman durante su realización o posteriormente. La elaboración de algunas de ellas requiere de ensayos de prueba y error y/o de tiempos muy prolongados. En la mayoría de los casos, Hakim incorpora además a un coordinador local del proyecto, reforzando su convicción en la creación colectiva.
Como contrapunto, Hakim diseña un objeto mecatrónico plástico, materializado en impresión 3D, que contiene todos los QR, con el agregado de uno más que muestra el proceso de fabricación del propio objeto. Éste incluye también una voz artificial mediante la cual se presenta a los posibles escuchas como un Aleph, el punto donde converge la labor de los diferentes artesanos.
La primera etapa del proyecto se expone en Buenos Aires, Resistencia, Santiago del Estero y Asunción en 2019. La segunda se ve afectada por un incidente que aporta una nueva temporalidad: la de la detención de las actividades públicas y el encierro provocados por la expansión del Covid-19.
Lejos de frenarse, Patricia Hakim piensa en una nueva manifestación de su proyecto: pide a los mismos artesanos que realicen un tapabocas utilizando sus técnicas artesanales y que envíen luego una fotografía con el mismo colocado, a fin de exhibirla en las redes sociales. La contraparte tecnológica es una máscara impresa en 3D con la cual la artista realiza una performance para el entorno online.
La pandemia aplaca la vertiginosidad de la vida urbana, pero al mismo tiempo, empuja compulsivamente a la comunicación y la interacción tecnológica. Por momentos, se ponen de manifiesto ciertas fracturas sociales y las desigualdades en el acceso a la conectividad y las herramientas digitales. Sin embargo, por otra parte, se descubre un mundo todavía ajeno a esas tecnologías, que puede desarrollarse más allá de ellas, habitando espacios y tiempos divergentes.
El proyecto Cruce de tiempos ya venía investigando esa fractura al interior de una globalización tecnodependiente, confiando en la potencia del arte para reactivar prácticas ancestrales y exaltar actitudes resilientes.
